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La absolución

Padre Antonio, el peladito se me puso de papaya, y pues tocaba aprovechar la oportunidad, ¿no dizque desperdiciar la comida es pecado? No me mire así, padre; además, era una obra de caridad: el niño llegó diciendo que la mamá estaba enferma, que no podía trabajar, que la abuela tiesa, que el hermanito con diarrea, que el perro mocho, que el gato tuerto, que el loro mudo… mejor dicho, ese rancho es una sola tragedia, y el hijueputa del papá borracho toda la semana en una sola rasca donde las putas, mamando ron y metiendo perico porque para eso sí tiene el malparido: todo lo que gana en la construcción del hospital de la variante se lo chupa y luego llega a la casa a levantar a pata a la mujer que ya casi ni caminar puede la pobre, y pues claro, Ricardito se cansó de ver la situación y fue a buscarme para pedirme ayuda porque los mocosos de la cuadra le contaron que yo doy mercados cuando ellos se portan bien conmigo, y que si se portan muy bien hasta algo de billete puedo ponerl

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